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la columna que, a medida que se eleva, se hace más bella, más esbelta, pero más persistente interiormente.

Cuando estas ideas generales, tan sencillas y humanas, hayan penetrado en la, familia y en la escuela, los actuales esfuerzos en pro de la puericultura no caerán en el vacío, como actualmente sucede, por falta de preparación general, de ese ambiente que hace sentir la necesidad de la realización de lo que hoy por hoy, no es, desgraciadamente, más que una utopía.

¿Acaso sienten pesar sobre ellas, las madres de nuestras clases cultas, las madres de nuestra clase media, la responsabilidad ante la vida al crear un hijo?

Ante todo, la pareja humana se elige egotistamente por la sola razón del sentimiento recíproco, cuando no por razones económicas, sin que exista la menor afinidad sexual. Se preguntan mutuamente: "¿Nos convendrá?" — Jamás: "¿Convendremos a nuestros hijos?"

No riáis de semejante matrimonio. ¡Cuál es el hijo que no tendría derecho de llorar sobre sus padres!

Y luego cae la maldición divina — y lo es porque es humana — sobre los hijos de parientes consanguíneos, sobre los hijos del degenerado, de la histérica, del alcoholista, del raquítico, de la tuberculosa... Y se ven familias enteras de sordomudos, de raquíticos, de nerviosos, o ejemplares