que transitoriamente necesarias. La verdad evoluciona, la verdad se hace, como se hace la vida de la que la verdad es el alma.
El progreso de la religión es un progreso del sentimiento que fusiona la causa interna con la causa externa. Y el progreso de la ciencia es un progreso del conocimiento de esas causas.
Así entendidas, religión y ciencia, lejos de excluírse, se complementarían.
Surgirá un ideal nuevo y no será "una de esas mentiras saludables que, en otrora, fueron propicias al interés vital para producir el espejismo encantado que daba a la existencia una razón de ser y le marcaba imperiosamente un derrotero".
La vida, como el fuego, no se conserva sino comunicándola, nos enseña Guyau, el angélico, quien agrega: El elemento activo de la conducta es la expansión de la vida. La superioridad del espíritu se basa en que éste realiza el máximum de intensidad-extensiva, de fuerza dominante.
Los pseudo-egoístas, aquellos que alimentan la mentira vital de que, desarrollando exclusivamente el yo, acrecientan su fuerza — el verdadero egoísmo es la mayor virtud — encerrados en sí mismos, aíslanse, disminuyen la propia energía al cegar la fuente del recambio eterno. Ese individualismo mal entendido es casa de debilidad. El pensamiento solitario del asceta está en capilla. Fuerza siempre replegada en sí misma, contra sí misma, se aniquila.
Nietzsche, en su visión profunda, si las hubo,