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Se le hará aceptar, teóricamente, en absoluto, que, para que el amor reuna todas las condiciones que exigen la moral y la higiene, el interés de la especie y de la sociedad, es necesario que sea, en lo posible, libre y voluntario; libremente deliberado; reflexiva, voluntariamente llevado a cabo; voluntariamente aceptado con sus riesgos y con sus consecuencias, con sus responsabilidades y con sus deberes.

Y la ley, que es a las costumbres lo que la verdad es a la experiencia, sancionará estrictamente todas las responsabilidades que nazcan del acto sexual que llegará a ser, en sí mismo, un contrato tácito.

Esta educación integral fortalecerá en la mujer el contralor de la razón para que ésta domine a la emotividad exagerada, a la superexcitabilidad nerviosa que ha permitido definir su psicología como la psicología de los extremos.

Como "mujer" y "madre" son sinónimos, esta educación sexual enseñará a la mujer a saber amar a sus hijos. Ante todo le demostrará que nadie tiene derecho de dar vida a un ser en condiciones anómalas. Desarrollará ante ella la situación legal y social del hijo espurio; demostrará que es por cobardía, jamás por amor, que la mujer pierde el derecho de ser llamada con justicia "madre". La ley de la herencia le será explicada como ley higiénica para combatir las enfermedades que traen aparejada la degeneración de la raza.