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y en la familia misma a veces, deforma o envenena lo que debiera divinizar la vida.

Con desconsoladora frecuencia, de la cuestión sexual, ve la juventud lo trivial cuando no lo obsceno. Torpemente iniciado por compañeros o por sirvientes pervertidos, llegan al joven las bajezas, las vergüenzas y los vicios antes que la vida normal y el amor sano.

No es sensato entregar al azar el porvenir de la raza: Conocer el peligro es evitarlo a medias.

Despertando el orgullo de vivir, tan natural en la juventud, se le hará palpar cuanta miseria, cuanta degradación, cuanta animalidad se encierra en la compra del placer.

Alumnos y maestros unidos buscarán los mejores medios tendientes a suprimir los mal llamados "males necesarios", la prostitución y su derivado la sifilización de la raza humana.

Educando la voluntad del joven, la psicología le demostrará que el apetito sexual no es incoercible; que el dominio de sí mismo es la base de la salud; que no hay tal fatalismo en el amor; que la irresponsabilidad del hombre o de la mujer tienen un solo nombre: cobardía.

Generando el sentimiento de la responsabilidad, se le hará comprender que, si es criminal el abandonar al hijo, es tanto más criminal el contagiar a la madre una enfermedad vergonzosa o el acentuar en el hijo la degeneración moral o mental del padre.