La profilaxis social tiene una sola base firme: la educación. De ahí que educar sea deber y derecho primordial del Estado.
El Estado tiene un ideal humano al que se propone arribar y un molde común donde vaciar las sucesivas generaciones para aproximarlas a la realización de ese ideal.
Si alguien propusiera al Estado la posibilidad de tener en sus manos elevado porcentaje de niños a quienes educar e instruir de acuerdo con su ideal de gobierno para convertirlos, ya hombres y mujeres, en el más eficiente sostén de la familia y de la sociedad y en los más esclarecidos propulsores de la verdad, de la bondad y de la belleza, el Estado, seguramente, por egoísmo bien entendido, única y real virtud, ensayaría la solución propuesta.
Y bien: El Estado tiene en sus manos gran parte del capital humano en sus niños expósitos, huérfanos y desamparados y, en lugar de sacar de ese capital humano el mayor provecho posible para afianzarse a sí mismo mejorándose, lo convierte en elemento de disolución, de atraso, de vicio, de crimen; lo pervierte y degenera.