en la sociedad y en el Estado cuando atenten contra el derecho humano de la madre digna de tal nombre. Así, entre otros, por influencia de la mujer, el azote universal de la guerra concluirá. El reinado del egoísmo bien entendido, no presenciará el crimen que la sociedad actual permite cometer al Estado: la inyección del virus guerrero en el niño y en el joven desde las pseudo-clases de historia y el servicio militar obligatorio hasta la literatura patriotera que canta héroes y virtudes guerreras. Si virtud es fuerza que tiende a la perfección humana, ¡cómo llamar virtudes a las que incitan a destruir y a matar!
Recién el bien del individuo — verdadero egoísmo — pasará antes que el bien del Estado: no se concibe con qué razones se ha podido justificar hasta ahora que el bien de la Nación — que no es, en definitiva. sino la suma del bienestar de sus ciudadanos — se constituya con el dolor, con el sacrificio y con la deformación de cada individuo.
¡Qué acabado desarrollo social acarreará ese intenso cultivo personal! Si cada uno procura bastarse a sí mismo, quitará a la comunidad inmenso peso. De ahí que, en países nuevos como la Argentina, no debe pregonarse el blando y teórico mutualismo, muleta de naciones decrépitas, sino el duro y práctico credo del egoísmo: conócete, ámate, bástate a tí mismo. Sé una nueva fuerza originalmente empleada en el conjunto harmónico de la Naturaleza.