manidad toda en lo que tiene de bueno, de justo y de bello.
Y esa corriente de aguas vivas que nos une a todos, haciendo posible un común ideal, permite medir la "intensidad" de un acto con lo que individualmente llamamos "egoísmo" y la "extensión" con lo que socialmente llamamos "altruísmo".
De ahí que el acto más altruista sea, a un tiempo, el más egoísta. Mídase, sino, la cantidad de personalidad conquistada, la altura moral alcanzada, la conciencia de voluntad de poder, la intensidad de la alegría, de la fuerza, de la confianza en las propias energías. Los arranques de amor, de heroísmo, son tan poco "altruístas" que son precisamente la medida de un "eje" vigoroso y abundante.
De ahí que una obra dr arte sea tanto más universal cuanto más hondamente individual. El artista, en lo más profundo de su ser, halla a la humanidad y la refleja al reflejar su faceta original.
Amándonos a nosotros mismos aprendemos a no darnos más amo que el interno, juez supremo, jamás engañado que exige con severidad la perfección como estado natural.
Cultivando así el egoísmo, única y real virtud — los prejuicios sociales y religiosos caerán sin necesidad de distraer fuerzas en atacarlos. No más posible desorbitación humana escindiendo en dos la voluntad de potencia: la pasiva, reservada a la criatura; la activa, inspiradora y sostenedora, reservada al creador.