veniles; representada de noche, en pleno jardín, bajo profusa iluminación eléctrica.
El efecto, fué féerico. ¡Cómo bailaron las haditas del Jardín de Infantes!
En todo — y sobre todo — cultivaba, Miss Mary, la personalidad del alumno. Llegado el caso, forjaba el carácter dura y enérgicamente. Cuanto más altamente colocado en su aprecio estaba el delincuente, tanto más severa se mostraba. Exigía más, siempre más. ¡Que duramente nos reprendió un día, un 4 de Julio, aniversario de la independencia de su patria, cuando, momentos después de haberle saludado con flores y con discursos, nos sorprendió faltando a nuestro deber! Inflexible ante la falsedad, ante la cobardía, ante la pequeñez, llena de amor religioso por la vida que se busca a sí misma para elevarse, erigiéndose en único juez de sí misma, supo infundir vida a su enseñanza.
Jamás dudó de nuestra palabra darla. Jamás nos atrevimos a pensar en engañarla.
La disciplina era férrea como impuesta de adentro afuera por cada alumno juez de sí mismo en toda ocasión ordinaria, sometido al tribunal de sus condiscípulos en casos gravísimos ; la enseñanza era tan profunda, tan individual, tan personal, que hacía de cada escolar un eterno alumno de la vida, en marcha hacia la verdad, hacia la bondad. No es superior el que se adapta simplemente al medio, el que se deja teñir por él, nos decía. Superior es el que obliga al medio a adap-