más bien que la apología de reyes y conquistadores; la historia de la evolución de la humanidad más bien que la de las dinastías y la de las batallas. Utilícese la biografía de los grandes hombres como escuela de voluntad. Y el espíritu del niño quedará fecundado por tales nociones de progreso, de paz, de ascensión hacia la divinidad humana; por el reino de la justicia, de la confraternidad, del mejor aprovechamiento de las energías individuales, sociales, nacionales, universales; por el predominio del egoísmo bien entendido, única y real virtud.
Y una vez que la noción clara de justicia, de virtud, de bondad, de derecho y de deber para con la propia vida y, de consiguiente, para con la ajena, se haya hecho carne en el espíritu de todos y de cada uno, por propia conveniencia, por egoísmo bien entendido, por amor y conquista de sí mismo, por don hecho del propio ser al resto de la humanidad, el hombre no concebirá sino horrores, destrucción, atraso, barbarie y degenerarión en la guerra, la que de hecho dejará de existir al negar su posibilidad cada uno de los hombres hoy factores inconscientes que la permiten, sustentan y adoran.
Y desaparecido con el militarismo el sostén del dogma religioso y del dogma social y político de la obediencia y desarrollado con la educación humana el auto gobierno y el régimen de la obediencia interna a la personal ley de evolución, reinará entre los hombres la religiosidad humana cuyo ideal será el niño. Y el imperio de la justicia natural habrá llegado.