Réstanos el segundo factor, la escuela, molde común de humanidad.
Vimos que, tal cual hoy está organizada, la escuela es esbirro y verdugo al servicio de prejuicios sociales y sexuales y de despotismos políticos. Del hombre, desarrolla casi exclusivamente la inteligencia y, de esa inteligencia, especialmente la memoria. Desdeña la afectividad y la voluntad sin concebir que la inteligencia es resultante de estos dos componentes; e inyecta en el niño el virus guerrero.
Dejando por ahora de lado la parte artificial, antihumana de la escuela universal y concretándonos al problema de la higiene social que imposibilite la guerra educando el factor hombre, averigüemos de qué medios puede valerse ese molde común de humanidad para encauzar en el niño los instintos belicosos, utilizándolos en la lucha por ideales de paz, de amor, de trabajo, de confraternidad. Aboguemos por la humanización de la historia.
Enséñese, por su intermedio, la génesis y el desarrollo de los grandes hechos humanos individuales y sociales; la evolución del trabajo, de las artes, de la industria, de las ideas, de la vida íntima; reláteseles la importancia de la evolución de la familia a través de la humanidad, la lucha del padre por defenderla, la de la madre por afianzarla, empléese, como ilustración necesaria en contra de la guerra, los relatos de conquistas, saqueos, matanzas; estúdiese el advenimiento del pueblo al gobierno