Plata, bajo la dirección de esa genial maestra y heroica mujer que se llamó Mary O. Graham, — la profesora norteamericana que Sarmiento trajo para su San Juan, "a quien dió", según sus palabras, "todo lo que podía dar enviándole a Miss Mary", — regía esa misma absurda disposición, hoy derogada. Miss Mary nos llevaba en esos días a, recorrer la República. Recordaré siempre la inolvidable excursión al Tandil que con ella y nuestras maestras hicimos, gestionando la sin par educadora pasajes, rebajas, concesiones.
¿A qué puede ser atribuída la ilógica disposición que hoy pertenece al pasado?
Primeramente a que al frente de la educación argentina hay de todo, desde políticos fracasados hasta seres amorfos intelectual y moralmente, en vez de haber educadores. No hace mucho, con motivo de la renuncia del Ministro de la Guerra, un diario de la tarde manifestaba su extrañeza ante la, para él, inconcebible idea de que se pretendía llevar a ese ministerio — que a fin de cuentas tiene por finalidad la muerte, — a un civil. ¡Un civil, no un militar, en el Ministerio de la Guerra! Y cuando, de acuerdo con el aforismo satírico de Beaumarchais, necesitándose un estadista se nombra a un maestro de baile y se envía a dirigir la educación — el devenir ascendente de la patria — a un lego en cuestiones educacionales, nadie lo extraña, todo el mundo lo halla tan natural que esta protesta mía parecerá extemporánea: ¡Hasta dónde estaremos encenegados en el error!