Por eso como primer ideal escolar realizable, anotemos la escuela única, la del Estado, la del pueblo y para el pueblo todo, sin distinción de castas y de fortunas; la encargada de instruir solidarizando los vínculos entre las diversas clases sociales, uniformando la orientación educativa.
La coeducación sexual es el segundo ideal escolar realizable.
Si a la escuela única en manos del Estado la atacaran los intereses particulares valiosísimos, hoy al servicio de la enseñanza particular, laica o religiosa, a la coeducación sexual la atacarán los prejuicios religiosos, sociales y sexuales.
Paul Robin[1], fundador de Cempuis, reconoce la divisa clerical "dividir para reinar", en la separación sexual escolar. Fué ese y sigue siéndolo, el mejor medio de asegurar el dominio del error. Doquiera, debido a la diversidad natural y necesaria, existió un matiz, los prejuicios crearon un abismo.
La educación de nuestras clases dirigentes es un ejemplo al caso: los jóvenes bajo el poder de célibes, las niñas en manos de enclaustradas.
Así el mayor peligro intersexual vése: en la soledad, en el aislamiento, bajo el calor del misticismo pseudo-religioso, desarróllase ese misticismo sexual que florece en ilusiones románticas: forjado el falso ideal, sin base en la realidad, en la experiencia, la jovencita lo encarnará en el
- ↑ "Educación integral", por Giroud.