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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

Pero los comensales daban preferencia a los postres hechos en la casa, de leche-crema (como la llamaban) a la cual, extendiéndole una capa de azucar pisada o molida polvoreada encima, quemaban con una plancha hecha ascuas, y con cuya operación quedaba con un sabor exquisito.

Como también el sabroso dulce de tomates, o de batatas... ¡pero qué batatas aquéllas! tan grandes y tan apetitosas, a diferencia de las de hoy que de pequeñas parecen degeneradas, formadas de puras fibras por mas que le gusten a Pellegrini, porque todo se ha empequeñecido en estos tiempos de crisis, hasta el tamaño de las batatas.

Habia... pero no se conocia mucho, el uso del vino champagne eomo ahora; sino que nos gloriábamos bebiendo el rico vino-carlón que también llaman priomto (por disimulo), el rico Jérez y el Oporto. Y no porque no hubieran otros vinos como dijo una vez un hermano muy mentiroso de mi inolvidable mentor y amigo J.C.O. que en casa de éste cuando fué proveedor del ejército del general Urquiza, después de Caseros, habia tenido lugar un convite, en que hubo 32 clases de vino, sin contar con el carlón.

No era indispensable, pues, el champagne para que se manifestara la mas franca alegria al sonar las gruesas de cuetecitos de la India, de que estaban colmados los almacenes, o las púlperias, como las llamaban entonces; cuetecitos que quemaban los niños, y los criados de la casa en el festejo.

Con el tronar de los cuetecitos estallaban también los brindis, por lo regular en verso, siempre cuartetas, como ésta, por ejemplo, en ocasion como lo describo, endilgado a don Pedro Plomer por el capitan de la fragata mercante Elaya (nombre de la hija de su armador), un catalan mas cerrado