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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

de una costumbre inveterada de que para los casos extraordinarios, extraordinariamente se proporcionaban estos utensilios entre los mas conocidos amigos.

Habia, pues, que pedirlos a la vecindad, y la costumbre era tan arraigada, que todo el mundo contribuia con la mejor voluntad.

Verdad es que este servicio era correspondido a su turno, amén de los intereses que como se estila ahora, con los descuentos en los Bancos, se pagaban al contado, es decir, con las fuentes de riquisimos dulces, al devolver éstas y las demas piezas prestadas, con el mensaje obligado de agradecimiento, para lo cual habia siempre reservado el negro, o la mulata mas ladina de la casa... la de los mandados a la calle.

Este mensaje era uno de los rasgos mas salientes de la costumbre... "manda decir la señora, que cómo está su mercé y el señor, y cómo están los niños... que le da las gracias... y que aqui le devuelve a su mercé, las fuentes, con estos dulcecitos para que participe su mercé de la fiesta, y los tome con los niños...: y que por qué, no ha asistido su morcé? ¡Ah! Y dice la señora que si puede mandarle los moldes del vestido que le trajeron de Europa a la señora de Tompson, que se los volverá pronto, etcétera etc., etc., y al decir esta última frase, entregaba las fuentes, o los platos, colmados de dulces..., los cuales eran el regalo obligado de todas las relaciones y amigos del festejado en su santo, regalos que a granel y en procesión llegaban de todas partes.

Estos bucolicos obsequios procedian, salvo excepciones, de la confiteria de Monguillot, calle Victoria, en donde hoy existe (¡qué coincidencia!) el Pasaje de Roverano.

Asi hay lugares consagrados por el tiempo, des-