Vivia éste en Cordoba, donde habia sido nombrado Ministro de Gobierno, cosa que les causó, como era natural, grandisima sorpresa; Ibarvals le dirigió una epistola de felicitación llena de intenciones. Júzguenlo mis lectoras, decia asi:
Señor don Fulano de Tal (aqui el nombre del flamante Ministro).
"Felicito al Gobierno de Cordoba por la acertada elección que ha hecho en la persona de V. E. Efectivamente, qué son Pitt, Chatan y “Lord Aberdéén al lado de vos, Señor?... Son como menguadas palomas al lado de un avestruz"...
Parece que el hombre tragó el anzuelo, porque contestó agradecido a esta fineza, que fué ocurrencia muy aplaudida, y quedó consignada en las imborrables páginas de la historia.
Pero volvamos a mi cuento.
¡Ahora hablan de mujeres lindas!... ¡Convenido! pero si hubieran visto ustedes las mujeres de aquel tiempo se darian contra un colchón matándose de pena ya que vivimos en la época de los suicidios.
Eran criollas pure sang, como se dice hoy, de esas que ahora todos pretenden y buscan; de raza árabe, con ojos negros cargados de sal y pimienta que picaban; con pestañas largas rizadas de esas que ya escasean, pues conozco muchas que se han cambiado el color castaño del pelo, que participa de las dos bellezas, por el cabello dorado qué resulta en constante pugna con el matiz de los ojos. ¡Y esto de enmendarle la plana a la sabia naturaleza, tiene más de siete bemoles!
Pero ya he dicho, y no me cansaré de repetirlo, que las mayores enemigas de las mujeres, son ellas mismas.