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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

tamos, el parejero de sangre pura y otras hierbas, saldria a la furia, y ni con el telescopio del observatorio astronémico do Cordoba lo alcanzariamos a ver; pero a las 7 leguas (tomo el número 7 por aquello del 7 por ciento axiomatico para toda garantia de ferrocarriles) ya estaria parado sin seguir adelante por habérsele acabado el capital. Alli lo alcanzaria de seguro; conversaria amistosamente con mi contrario y arribaria impertérrito a Chascomús para recibir los placemes y felicitaciones de los amigos tomando un cocktail con ellos, porque eso si, para los cocktail soy mas inglés que Jhon Bull, y que un yanqui, si se quiere, pues alguien que ha vivido con éstos largo tiempo en California, me ha dicho que el cocktail fué, si bien invención de un canadiense, pero de un canadiense largo tiempo residente en los Estados Unidos, y aun oficial en el ejército expedicionario a Méjico. Sea de ello lo que fuere, como me lo contaron as lo cuento.

A propósito de la apuesta que propongo, me viene a las mientes el recuerdo del lorito de doña Maria, según cuento de Sarmiento, cuento que allá va: Quién es, como y dónde vivió doña Maria, es cuento aparte, que suprimo por ahora.

Pues señor, doña Maria tenia un lorito muy hablador, que habia criado y enseñado a hablar. Para doña Maria (que era soltera) su lorito era su todo, y hasta su marido era, pues le llamaba mi esposito. Tenia tal confianza en su fidelidad (como deben tenerlo en el suyo todas las mujeres) que acabó por dejarlo suelto. Un dia, empero, pasando por alli una bandada de loros y batitus, se asentaron en lo mas alto del ramaje de un algarrobo cercano al rancho, y el lorito de doña Maria se incorporó al grupo. Esta señora lo llamaba, y él le contéstaba, pero no bajaba; hasta que de repente la bandada resolvió partir. (El lorito habia encontrado su pa-