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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

¡Qué desencantos en fin de los cuales huímos tanto como nos atraían! y como decía un amigo mío cuando las veía venir en la dirección que estábamos: — De la que nos escapamos, mi querido Santiaguito; —y emprendíamos la retirada, para no mortificarlas con nuestra indiferencia después de tanto adorarlas!

Pero lo que más me admira a mí, es que crean los que me conocen y me ven tan fresco y más joven que el doctor Santillán, que yo al hablarles de las beldades de mi tiempo les iba a hacer revelaciones sobre las que dejo descriptas ——¡qué inocencia, qué candor! Yo creía que ya habían pasado los tiempos de los zonzos... y me he dado el más soberano chasco- pues las beldades de mi tiempo son las de ahora, como una hermosa rubia que ví el otro día y me dijeron se llamaba Inés Dorrego, recién venida de Europa, y una verdadera preciosidad llamada Quirno Pizarro, de 16 años, que estuvo unos días con la señora de Juan Cruz Varela, mando su permanencia en ese hotel, que si la llevan a Europa y toma cartas en el primer certamen que suele haber por allí, de seguro sale la República Argentina triunfante, y la bellecita esa se trae el premio.

Y como iba diciendo, estas espléndidas mujeres de ahora, se cruzan por todas partes dejando su estela de fuego en nuestros juveniles corazones que no dejan de latir jamás.

Y pedirme ahora las beldades de antaño, cuando en ogaño los invernáculos (las casas) están atestadas de todo lo bueno y de todo lo nuevo, etcétera, etc., etc.

Es por esto que no paso de las de 18 abriles; el otro día nomás, en el tren del Norte que marcaba yo esta cifra, a una linda e inteligente señorita