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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

así lo habia conquistado a su marido, el gaucho más indómito del partido o de los mismos potros de la estancia, y que lo tenía ahora como guante de cabritilla color patito.

Por aquí tenía también su hogar doña Simona, mujer célebre por haber tenido cuatro maridos, a imitación de Lucrecia Borgia, y cuya historia merece entrar aquí por su especialidad.

Doña Simona, como digo, tuvo cuatro maridos. Muerto que fué el primero, tomó el sombrero del extinto y lo colocó para recuerdo en uno de los pilares de la cuja, su cama de matrimonio.

Se casó en segundas nupcias, y también tuvo, no sé si la suerte o la desgracia de enviudar, y ¡zas! el sombrero del muerto al otro pilar... ¿Y qué creerán ustedes que hizo? ¿acaso que se quedara siempre vestida de negro, como hacen todas ahora queriendo probar fidelidad al de su tumba? ¡No, señor! se casó de nuevo con un tercero, y a los pocos meses, al hoyo, y su sombrero al tercer pilar de la cuja.

Después de este fracaso ¿se aquietó del todo me dirán ustedes?... Nada de eso; pues encontró al cuarto valiente torero con quien se casó y lo trajo al mismo techo donde los anteriores habían pagado tan caro su amor excesivo muriendo en sus manos. Era hermosa doña Simona.

Este cuarto marido por quien doña Simona tuvo un amor que rayaba en delirio, fué, como digo, un torero, que viendo los restos de sus antecesores de la prenda aquella —dijo- "Lo que es el mío (aludiendo a los tres sombreros allí colgados) no lo has de poner"; y lo cumplió. El día menos esperado desapareció de la casa para no volver más, pero con la particularidad que lo único que se llevó fueron los tres sombreros aquellos, recuerdos de amor de la viuda, por no decir de la arpía. Por