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SANTIAGO CALZADILLA

de lo que fué, hasta hace poco, la policia, que estaba arreglada con un lujo y un confortable deslumbradores; sedas, tisús, muebles dorados, y todo... ¿Y el comedor? (que es lo positivo) en donde se daban los más suntuosos banquetes! La vajilla, los cuchillos de los postres, eran de oro y de plata. Ninguno sabía mejor que el señor Riglos hacer los honores de semejantes fiestas.

Intimo amigo de mi señor padre y de mi tío, el señor don Gregorio Gómez, con quien había ido a Inglaterra en misión del gobierno, lleváronme varias veces a estas fiestas atrayentes que se quedaron grabadas en mi imaginación de niño, y que me han servido después para tener buen gusto y apreciar todo lo bello, pero no todo lo mucho como algunos zonzos o inocentes lo creen. Pues estoy a pie juntillo con Brillat Savarin, que dice: Dime cómo comes y te diré quién eres.

A esta balconada iban Manuela Rozas y Juanita Sosa, a ver salir la gente de las funciones de la patria, desde que este distinguido caballero, este ser, el más culto, si los había, sufrió resignado la tremenda tiranía de Rozas, sin poder abandonar el país; y de miedo, se hizo federal neto. E1 tirano lo nombró cuando vino la época de la calma en la que, Agustina Rozas y Manuela, su hija, imperaron en su espíritu, defensor de pobres y de menores, de la catedral al norte, época de felicidad y bonanza para todos; pero de decadencia para el señor Riglos, que empezó a entristecerse y a declinar, hasta terminar sus días en el seno de sus amigos (después de la caída de Rozas), rodeado de las consideraciones de cuantos le conocieron, y sentido hasta no mas. Murió joven para aquellos tiempos, pues sólo tenía 75 años de edad, ¡nada más!

Pero no sólo vinieron ricos homes de Alcalá, si-