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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

lación no transcribo porque, desgraciadamente, se me ha extraviado el recorte. Y esto no es mentira, por más que muchos lo crean así, cuanto porque en el libro 9° de historia del doctor Vicente F. López lo referirá con los colores del iris de su paleta de brillante historiador, lo que me releva a mí de hacerlo.

Pero sí puedo contarles, porque es de pública voz y fama, que entre otras originalidades y bellezas del tocador de las damas, encontraron en el ravissante toilette, y lo digo en francés para que lo entiendan mejor (los que lo sepan), una gran cantidad de preciosos zapatitos de baile, de raso blanco, para el caso de que alguna señora, o señorita, necesitase cambiar los que llevaba. Pero como eran tan lindos, al fin de aquella noche inolvidable hubo una repartición general, y se los llevaron todos entre los numerosos obsequios, de dulces y de flores, con que se despidieron ellos de sus novias, pues de allí salieron muchos enlaces, que hoy conocemos, por los nombres extranjeros de las familias al presente.

En mi casa estuvieron guardados entre las monadas por mucho tiempo, pero no colgados en las paredes como hacen ahora, hasta con los platos, las fuentes, etc...

Entonces las families tenían estos lujos de vajillas de oro y de la China guardados en sus alacenas para los días clásicos, de santos; pero no de nuestras, como ahora, en las bandolas para la venta...

Y ya que toco este tópico, quiero llevarlos a la que fué la mansión lujosa de nuestro lord inglés, como le decían al señor don Miguel de Riglos, que tenía de, propio y no sobrepuesto.

Habitaba en su casa propia en la plaza de la Victoria, donde se vé esa gran balconada al lado