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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

Es verdad que también es cuestión de temperamento, como decía Tartás, el asiduo asistente a todos los funerales que terminaban acompañando a los doloridos a la casa, y que los obsequiaban con sabrosas jícaras de verdadero chocolate, ofrecido con marcadas muestras de agradecimiento. En aquel entonces no se almorzaba de tenedor como ahora, en que se hace una verdadera comida, y el obsequio de los funerales era un aliciente para no faltar a la cita (los mas). Ahora todo ha cambiado, y ya no hay atención ninguna con el que se molesta dejando sus ocupaciones más premiosas y se contentan con solo poner estas sacramentales palabras ¡EL DUELO SE DESPEDIRÁ EN LA PUERTA DEL TEMPLO! ¡Única invitación!... de invención moderna, fruto de la época de las luces y de las cruces, con lo que todo termina y se van los doloridos derechito a ver y escudriñar la herencia que les dejo el difunto.

Pero vamos al cuento.

Yo atribuyo la, larga vida que desde tantos años me viene atravesando, 48 años... a oro, según agregÓ mi excelente amigo el señor ministro de Chile, don Guillermo Matta, que oyó la cifra; y que también estoy dispuesto a dársela, de barato. La inocencia de mis primeros años y los hábitos de buena educación, cuyo cuidado tuvieron mis padres, sin ejemplo entre los de mi edad, seguramente dieron su fruto. Ahora voy a entrar en materia, y que no se me enojen los personajes biografados que presento si salen como eran entonces, en que no había ni polvos de riz ni veloutine para tapar los defectos del rostro y de la edad.

A mis 18 años, en que ahora los jovencitos imberbes pasean en caballos ingleses con el estribo en la garganta del pie, como dicen que les han enseñado en la equitación, y que les hacen guiños