No queriendo privar a mis lectores de los comentarios y juicios criticos, a que dió lugar la publicación de algunos capitulos de Las beldades de mi tiempo, por una parte; y por otra la circunstancia de que mis criticos tengan ocasión de figurarse que suprimo sus juiciosos comentarios, por egoismo o pasión de autor, he decidido reproducirloa al final; y lejos de vituperarlos, les declaro que les estoy por ello muy agradecido, sobre todo, y en primer lugar, a mi amable coetánea de los 48 a oro.
Señor Santiago Calzadilla.
- Muy estimado amigo:
En vista del ferviente culto que profesa Vd. a la mujer, debernos todas las que pertenecemos a este sexo, llamado con propiedad débil, puesto que no estamos munidas de las armas de la defensa contra ese otro sexo que se, acostumbra llamar fuerte, demostrarnos reconocidas a tan noble campeón, sostenedor de sus derechos y sus prestigios, como también entusiasta admirador de las gracias exteriores que las adornan, herencia que se trasmite por la sangre y recuerdo que se graba en la mente. La idea de la belleza, siendo eterna, imperecedera, las generaciones al sucederse van trasmitiéndosela