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SANTIAGO CALZADILLA

A esta altura de los sucesos, las cosas iban de mal en peor; las relaciones entre gobernante, y gobernados cada vez más tirantes; la vida era un constante sobresalto; nadie la tenia segura, pues bastaba la simple delación de un sirviente mal queriente para arruinar y llevar la desolación al seno de una familia: que el jefe de ésta, anciano, joven o mujer, fuera sin más trámite a parar en la cárcel, cuando no al cuartel de Cuitiño (de las ejecuciones).

Estas atrocidades todas se hacian en nombre de la defensa nacional y de la federación de Rozas, para aterrar al pueblo, mostrándole que nada les importaba la, ruina del comercio, la de las familias y el malestar consiguiente a una situación de desquicio y de deshonra, consumado todo como medio de resistencia al enemigo extranjero.

Vanagloriábanse de estos hechos; y las muestras de admiración que les venia de fuera del pais, de los argentinos que, muy, distanciados de este centro, no sufrian sus consecuencias y elogiaban el temple de alma del salvaje tirano, que sarcrificaba su pais sosteniendo una cuestión de amor propio (a que cedió después en toda su plenitud). Ello hizo que hasta el pobre anciano general San Martin, Libertador de cuatro repúblicas, por incitación de Balcarce, le mandara ¡su espada de Chacabuco!... al degollador de los argentinos: al bárbaro tirano que hizo fusilar a la bella Camila O' Grorman, de una distinguida familia, estando ella encinta, por el delito de amar a un hombre, agregando al horrendo crimen la iniquidad, el sacrilegio de ordenar que se bautizara el feto dándole a beber algunos tragos de agua bendita, antes de sentarla al banquillo.

¡Que horror! ¡¡¡Qué iniquidad!!!

Este inaudito crimen quedé impune, sin castigo en la tierra, pues perpetrado, según creo, en 1847.