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SANTIAGO CALZADILLA

entre las que primaban las del señor don Juan Bernabé Molina, en su casa, de cuya transformación he dado ya idea. Este amigo, uno de los hacendados más relacionados, mantuvo su prestigio hasta que la existencia se hizo imposible en Buenos Aires por los años 40 a 42.

Eran también de uso y muy en moda los paseos al campo, los que ahora llaman pic-nic, un poco impropiamente, porque al adoptar este titulo inglés se le ha suprimido el rasgo que le caracteriza. El pic-nic es realmente un paseo campestre, pero con la especialidad de que cada uno de los invitados lleva su contingente de provisión, resultando de esta circunstancia que en muchos casos la mayoria lleva las mismas, o la diversidad es tan rara, que en uno y otro caso, los chascos son de naturaleza tan extravagante, que eso es, precisamente, lo que engendra el buen humor y contribuye a la diversión.

Llamar pic-nic a nuestros paseos campestres es simplemente una majaderia, como tantas otras en que se desnaturalizan las costumbres, sin mejorar ninguna de ellas. Nuestros paseos campestres son generalmente dados por un individuo a sus relaciones, y los invitados encuentran todo hecho. Unas veces es un almuerzo, otras una comida y otras veces uu lunch; y en este caso las provisiones son todas frias. No hay, pues, paridad alguna entre esto y el pic-nic propiamente dicho. Pero la moda lo quiere asi... Adelante con los faroles.

Mas aquellos paseos campestres rara vez tenian lugar sin producir algún resultado social cuando no era para festejar alguno ya concertado. Adivinan mis estimables lectoras que hablo de casamientos, ¿no es verdad?

En efecto: en eso paraban los paseos campestres, aunque sin ellos mismos habia muchisimos y muy