para tocar la guitarra "no se necesitaba cencia sino fuerza y resolvencia."
Un tenor que lleve en su garganta un pito de ferrocarril para dar los do de pecho de la historia que hay que pedirlos a Tamagno por ser el único que los posee verdaderos, desde que no existe Tamberlick que los inventó.
Ahora el éxito esta conseguido, con los de falsos, resultado de un esfuerzo de la garganta, en lo que hacen consistir el mérito de un cantante cualquiera, y la noche en que lo da tórnase inolvidable para mis queridos compatriotas, que en general se estremecen de placer y de emoción... Vaya en gracia, que a falta de pan buenas son tortas.
Pero mientras ellos gozan con esto, yo me deleitaré refiriéndolo a mis amables lectoras, con el recuerdo de las dulces melodias de Rossini, del autor del Don Juan, de los conciertos de Beethoven, que primaban en absolute.
Era la época en que llegé a Buenos Aires la primera compañia de ópera haeia fines de 1824. Nunca he olvidado la emoción que me produjo la primera audición del ya célebre Barbero de Sevilla, la inmortal ópera del mas inmortal Rossini. Por entonces ya se conocia en Buenos Aires y eran familiares, tanto para conciertos de piano y bandas militares, y hasta para la guitarra, los mas selectos trozos y motivos del Barbero de la Cenerentola, del Turco en Italia, La gazza ladra, La italianma en Argel y varias otras composiciones, cuyas berturas, arias, dúos, trios, nos llegaban para todo instrumento, precedidas de una fama europea, mucho antes de que viniera una compañia de que tanto bueno decian los viajeros.
Con estos trozos por vanguardia puede juzgarse del efecto y de la impresión que harian en el