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CAPITULO XVI


En la época de cuyas costumbres vengo ocupándome al hablar de las "beldades" que tanta celebridad le han proporcionado, uno de los hechos más influyentes, como elemento de atracción social, era la misa de una; y bien que aún hoy mismo se sigue la costumbre, esté ya muy lejos de revestir el carécter que la distinguia entonces, aunque haya más gente ahora.

Se decia todos los domingos y "fiestas de guardar", en la Catedral y en San Ignacio. Este servicio religioso llegó a encarnar en su economia un atractivo singular, pues todos cumpliendo con el precepto católico de oir misa los dias feriados bajo pena de pecado mortal, tanto para la mayor honra del acto, cuanto por ser aquel el más concurrido, todas las familias aristocrátioas de origen, aunque ya democratizadas politieamente, eran infaltables a la misa de una, convertida asi en espectáculo y en punto y objeto de recreo.

En nuestra sociedad tranquila, e imbuida en sus costumbres, cuando aún no habia invadizlo los gustos y las mil exigencias de la vida fastuosa de la Europa, aquello tenia sus encantos, a lo que contribuia no poco la sencillez de las mismas costumbres. Todos se conocían y respetaban sin preocu-