capital, de tal suerte que es aquel el Saint Germain, del Norte. Ello sucedera aunque nadie lo diga, en honor y gloria de don Torcuato, cuyo nombre ya debiera ser consagrado en cualquiera de las calles o plazas que ha hermoseado, y que hoy son admiradas por los extranjeros, —con la erección de su estatua.
Sintetizando la relacion, puedo decir que el Barrio del Norte debe todas sus mejoras a tres entidades concurrentes de las ouales solo una ha obrado con voluntad e inteligencia personal. A la fiebre amarilla, a los tranvias y al intendente Alvear. Este aprovechó lo que sobre higiene hizo conocer la fiebre amarillaz sobre locomoción y facilidad de trafico lo que divulgaron los tranvias, ablandando con su voluntad de fierro, la muy remisa de los propietarios, para que consintieran en la apertura de las calles, dividiendo y subdiviendo las quintas que encerraban terrenos de cuatro hasta seis y ocho cuadras cuadradas, desde la época de Garay. ¡Cuanto afan y cuanta paciencia!
Asi es como los tranvias invadiendo esas calles, apenas abiertas, han facilitado la edificación, valorizado los terrenos y extendiendo el barrio del Norte, donde, al fin, las grandes como las pequeñas familias, se han agrupado en edificios de mayor o menor dimension, pero de elegante estructura y con todas las comodidades apetecibles y el confort de la época.
Lo que queria el intendente Alvear era la formacion de un barrio salubre que contrastando con el epidémico ya muy poblado del sur, atrajera alli la población dando desahogo a la ciudad, por el lado por donde la locomoción era mas facil mediante el servicio de tranvias.
Brillante idea, pero la cual sublevo contra el intendente las iras y celos de las poblaciones del sur;