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SANTIAGO CALZADILLA

por todas las demás de la Europa a las cuales dió el ser, sucediendo en este caso y can verdad innegable, al revés de lo que fabulosamente se refiere de Saturno, que diz que devoraba sus hijos. Esta vez son los hijos que han devorado a la madre; pero a dónde voy!...

Eramos 68 discipulos, si mi memoria no ha errado la cuenta, que estudiabamos bajo la dirección de los siguientes inmejorables y virtuosos profesores.

En la clase de latin, el notable sacerdote don Mariano Guerra... el hombre mas pacifico, si los habia, a pesar de su terrible apellido.

En la clase de filosofia, el sabio doctor don Diego Alcorta.

En la clase de matematicas, el agrimensor salteño don Alejo Outes.

Eramos los estudiantes todos muy jóvenes, algunos casi niños, que nos veniamos diariamente por las mañanas muy temprano o que nos dábamos cita siempre para hacer juntos la rabona, bajando al rio a apedrear y pelear con cuantos pasaban, mezclando de paso en los pozos de la ribera, las ropas que las lavanderas amontonaban para lavar...

¡Pobres lavanderas! pero ya quisieran las de ahora sufrir mas bien estos percanges de los muchachos del colegio, que los que soportan de los de la policia que las persiguen hasta llevandolas con ropa y todo a pagar multas porque lavan en los pozos de la ribera! o tempora o mores. O tiempo de moros, o de vigilantes que para el caso es lo mismo...

Con permiso de ustedes voy a pasar lista siquiera sea de los que quedamos vivos, siempre sera una estadística interesante como lo verán mis lectoras, por el cómputo de años que encarnan estos jóvenes... de la vez pasada.