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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

a S. N., con el titulo de "Las Penas". Sucedió que... pero no me atrevo a referir este episodio; lo que prueba que no he llegado todavia a la edad en que se muere uno por revelar todo, hasta aquello que creia llevar a la tumba consigo. Vuelvo a mi relación.

En mis viajes, los cementerios han sido sitios de mi predilección; pues es alli donde duermen el sueño de la vida, los deudos y amigos que echamos de menos al regresar a la tierra que dejamos, por alguno de tantos incidentes que nos han arrojado fuera del suelo de la patria... y entonces sus lapidas funerarias nos indicaban el lugar de su descanso.

¡Cuantas viudas inconsolables dedican a su amor desesperado este ultimo tributo! ¡¡Cuantas!!

A mi regreso, en 1851, comparaba yo nuestro titulado cementerio con el de la encantadora ciudad de Lima, en cuyo recinto un magnifico mausoleo costeado por la nación peruana, guarda los venerados restos del general don Mariano Necochea, "Gran Mariscal de Ayacucho".

Y cómo no visitar estas silenciosas ciudadelas de los muertos donde reposan tantos seres queridos, tantos compañeros de infancia, amigos de nuestra juventud, que, viviendo en nuestra memoria durante la ausencia con los rasgos de la ultima entrevista, solo los sentimos muertos al encontrar vacio el lugar en que los dejamos!

¡Qué repentina y pavorosa tristeza se apodera entonces de nuestro espiritu!

Con ocasión de visitar el cementerio, que recién a mi vuelta me apercibi de que lo era solo en el nombre, recorria las pobres tumbas leyendo la inscripción de muchos deudos, condiscípulos y compañeros de colegio; principalmente los de la clase de latin, en donde aprendiamos esta lengua, muerta