nas y altas relaciones, se apresuraran con tiempo en adquirir el derecho por algún medio piadoso o pecuniario, de ser sepultados siquiera, fuera en el átrio de una iglesia.
Mis abuelos paternos fallecieron el año 39 (lo dejo consignado aqui para que la posteridad no tenga que andar dándose de calabazadas, con la frente en las paredes del cementerio, por averiguar cuándo murieron los autores del célebre autor de "Las Beldades de mi tiempo", quien perdió a su abuelo el 7 de Julio, y 70 dias después, el 17 de Septiembre de 1839, su cariñosa abuelita).
¿De qué murió? me dirán las señoras con quienes hablo.
De tristeza! de pena!
Hubian vivido estos cónyugues 57 años de una, existencia, intima, sin cuestiones, sin disidencias de ningún género. Era demasiado para la esposa perder a tan avanzada edad el compañero inseparable de su vida. Se afectó profundamente, no podia olividar. Cuando se vió sola fué atacada de ictericia y... se la llevó! Expongo estas reminiscencias, naturalmente, sin pretensión; pero cediendo a, mis instintos, porque soy de la raza de los querendones; pido excusa porque, talvez, escandalizo por aquello de que el que lo hereda no lo hurta.
¡Y no lo creerán algunos! pienso morir en mi ley, gustándome todas las que veo.
¿Es un defecto de mi carácter?
¿Es una virtud o mérito del otro sexo?
Lo ignoro.
Pero lo que yo sé es que he tenido muchos, muchisimos envidiosos. Quizás no habrian sido tan numerosos, si hubieran sabido cuánto he sufrido por ello... Recuerdo, en cierta ocasión, que tuve un pesar tan acerbo, que... me puse a hilvanar un vals, dedicándole al más alegre de mis amigos,