Ni como tanto te cabe,
En tu estómago diespensa.
Eres terror de las fondas
Con tan dilatado pasto,
Pues si no han de darte abasto
Esta a pique que las desfondas.
Aquel famoso Milon
Que se merendaba un toro,
Comparartele es desdoro,
Tu seras su comilón.
Pavos, patos y perdices
En sabrosa letania,
Se le meten a porfia.
Por entre barba y narices.
Pero nuestro comilón porteño tenia, además, una gracia que no se cuenta del "famoso Milan", y es que comia dormido, lo que me induce a creer que tal vez seria sonámbulo .En efecto, acostumbraba dejar a la cabecera de su cama, un par de pollos o una gallina; y muchas veces, dormido se engullia estos fiambres, sin acordarse después de su voracidad; pues al dia siguiente sorprendido y nuevamente hambriento y amostazado, preguntaba ¿quien me ha robado los fiambres? bien que alli quedasen, no el cuerpo, sino la osamenta del delito.
Una prueba de la privilegiada condición del barrio del sur, era la ubicación de la única imprenta que existia en Buenos Aires, ¡qué digo! en todo el pais. Es de recordarlo aqui por esta circunstancia.
Era la "Imprenta de los Niños Expósitos", costeada por el virrey Vertiz no sin vencer ingénitas dificultades, levantadas allá en la Corte, que, a la sola idea de imprentas en las colonias, aquella gente paraba la oreja soñando inconvenientes. El virrey hubo, pues, de salvar los escrúpulos haciendo