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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

cia Quevedo; sin embargo de que muchos las merecen, confesién que hago a mis lectoras en secreto.

Las comparamos a las flores por la elegancia de su porte, por la belleza de sus formas, por el brillo de sus colores, por la suavidad de sus modales y el perfume, etc., etc., que la hermosura encarna en todas sus combinaciones.

Unas veces las comparamos por su modestia con la violeta, y resulta, que encúbren tales... cosas que nos condenarian a llanto eterno, si haciendo acto de resignación cristiana, no lo llevaramos en amor de Dios.

Para que la comparación poética fuera exacta, seria preciso quitar a la mujer, ha dicho otro autor que tampoco es de mi tiempo, el alma humana, eterna y responsable, sujeta a todas las contrariedades y expuesta a todas las turbaciones... Ojala no tuvieran sino una alma inherente a su pureza, inalterable en su candor y que perdiera en duración lo que las flores ganan con su perfume!

Asi convendrian todas... sin excepción...

Pero sigamos con la cruz a cuestas, como aquel que refiriendo un hecho, decia a su interlocutorz le juro a usted por esta cruz (mirando a su mujer que teniaen frente) que es cierto lo que le estoy contando.

¿Acaso creeran ustedes que se me han quedado en el tintero, por olvido, tantas otras bellas mujeres, de rostro, de cuerpo y de formas plasticas; en fin, que aun no han aparecido en mi galeria? ¡Qué esperanza! ¡qué engaño!... es que las reservaba para el postre, como se hace con el mejor, el final de este capitulo. Una de ellas es la bella, para entre las bellas, Catalina Benavides, que alla por los años de 35 a 36 fué en Buenos Aires lo que en Santiago de Chile fué la bellisima Julia Borge-