Página:Calzadilla Beldades de mi tiempo.djvu/107

Esta página ha sido corregida
107
SANTIAGO CALZADILLA

al calor de un rico mate de verdadera yerba paraguaya, o de un rico vaso de agua pura y fresca, endulzada con el clásico panel; y... que siga la contradanza, o en cambio que bailen un minuet a cuatro, Emilio Castro y Juan Antonio Fernandez, infaltables a estas fiestas y parroquianos natos perennes que llevaban la batuta, pues tenian conquistado su prestigio entre las asiduas concurrentes a estas tertulias.

A lo menos, no sé si con razón o sin ella, yo le tenia mucha envidia a Juan Antonio, porque me parecia que una rubia que por alli andaba haciendo raya por su beheza, y que coqueteaba con varios mozos, a mi ni caso me hacia, mientras que por Juan Antonio tenia muchas confidencias... ¿Han visto ustedes qué malas son las mujeres algunas veces?

Otra tertulia se improvisó poco tiempo después en la espléndida casa del señor don A. Van Prat, en la misma manzana, adonde acudian lindas señoras y jóvenes. Tertulias que se hicieron muy animadas y divertidas bajo la cariñosa dirección de la señora del señor Van Prat, a punto que las reuniones fueron a poco andar las más solicitadas.

Nada faltaba en ellas, pues el comfort más apropiado con que obsequiaban a los invitados los dueños de aquel hogar inspirando la confianza, producian el buen humor, y las tertulias resultaban por ende animadisimas.

Por aqui, como por los otros centros de buena sociabilidad, lucian su belleza la señora Martina Linch de Bernal, esposa del colector de la aduana. La llamada estrella del Sud, hija de la señora Casilda Igarzaibal de Peña. La lindisima Juanita Rivero, esposa después del señor Barnechea; Carmen Zavaleta, después llamada de Saavedra,