Como iba diciendo; pues, fueron fusilados los dos últimos, permaneciendo colgados en las horca; todo ese dia, para desagravio del pueblo que habia presenciado el horrendo crimen contra la amistad y la moral.
La justicia de los hombres fué inexorable en la aplicacién de la última pena impuesta a los que pudo aprender, sin embargo de los empeños de las mas respetables familias y de la magistral defensa que hizo el doctor Gabriel Ocampo, el insigne abogado del desgraciado joven Arriaga.
La defensa del doctor Ocampo, con que éste se estreno en el foro de Buenos Aires, fué una novedad, que estableció su fama de jurisconsulto. El gremio de abogados lo acompaño hasta su casa, felicitando asi al joven abogado de la Universidad de Cordoba.
Ahi está uno de ellos, el doctor Estévez Segui, que no me dejaré mentir.
El doctor Ocampo ha conservado, probablemente hasta su fallecimiento, un magnifico reloj, que Arriaga le entregó en la prisión misma como muestra de gratitud y recuerdo de aquella famosa defensa...
Aseguran los de la época actual, que en esos tiempos nuestra sociedad era menos civilizada; era atrasada!
En defensa de aquella época, nada diré a mis lectoras, sino repitiendo la siguiente estrofa:
En tiempos de las bárbaras naciones.
Colgaban de la cruz a los ladrones;
Hoy en tiempos de bancos garantidos, y de luces,
Del pecho del ladrón cuelgan las cruces.
Diran que esto no es verso; yo diré como el inglés del cuento: no será verso, pero es verdad.