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CAPITULO XI


Dos pasos a retaguardia, otra vez, para reanudar los hilos de nuestra relación, en los tiempos pasados; aquellos de las placidas horas sin las trabas y exigencias de la actualidad, verbigracia. Misia Margarita Cabrera (Q. D. G. en su santa gracia), era una señora de campanillas, como se decia; muy ilustrada, y con ribetes de poetisa. Con ocasión de haber sido nombrado canónigo de la catedral de Buenos Aires el ilustrado sacerdote Colina, hubo un gran convite en su honor, al cual asistió esta señora, y en las expansiones de la fiesta, que fué muy sonada, teniendo la señora un momento de poética inspiración, levantáse de la silla y pronunció con cariñoso acento la siguiente octava, improvisada, que fué estruendosamente aplaudida.

Dijo asi:

"Tu mérito y virtud, Colina, alabo.
Que la Patria recompensa en este dia;
¡Oh! que llegues a disfrutar la canonjia,
Con todos sus acentos hasta el cabo,
Y en calma, y en honor, y en alegria,
De contratiempos y disusto, salvo,
Llegues a conseguir, ser de tu suelo,
¡Obispo! que después se vaya al cielo."