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El lenguaje enérgico y positivo del militar de experiencia acalló de repente toda la discordancia de votos y de opiniones. El general acertaba, y aquel instinto que cada cual posee para distinguir lo que le conviene, reunió todos los pareceres al de M. De Rouvray; y mientras el gobernador le manifestaba en un apretón amistoso de la mano cuánto agradecía el valor de sus consejos, bien que dados a modo de orden, y la importancia de su auxilio, el resto de la concurrencia reclamaba la pronta ejecución de dichas medidas. Los únicos dos diputados de entrambas asambleas rivales aparentaban disentir del asenso general, y cada cual en su rincón hablaba entre dientes de usurpación de facultades por parte del poder ejecutivo, de resoluciones atropelladas y de exigir la responsabilidad.

Yo aproveché la coyuntura para arrancarle a M. De Blanchelande las órdenes que con tal anhelo solicitaba, y salí, a fin de reunir mi tropa y ponerme de nuevo en marcha hacia el Acul, no obstante el cansancio de que todos, excepto yo, daban muestras.

XVII

Iban ya despuntando los primeros albores de la mañana cuando acudí a la plaza de Armas, despertando a los milicianos, que dormían echados en sus capotes, mezclados con los Dragones encarnados y amarillos, con los fugitivos del llano,