Página:Bug Jargal (1920).pdf/80

Esta página ha sido corregida
76
 

sí, señor; los esclavos son algo, porque son cuarenta contra tres, y en mal lance nos veríamos si no tuviéramos para hacer frente a los negros y a los mulatos otros blancos que los de su especie de usted.

El hacendado se mordió los labios.

—Mi general—repuso el gobernador—, ¿qué opina usted de la petición de los mulatos?

—Darles armas, señor gobernador, y correr a todo trapo—respondió M. De Rouvray.

Y luego, encarándose con el pobre sospechado, añadió:

—Ya lo oye usted, caballero, y es tiempo de que vaya a tomar sus armas.

El hacendado, humillado, salió del aposento dando indicios de una ira reconcentrada. Mientras tanto, los clamores de angustia que resonaban por toda la ciudad se oían crecer de momento en momento en la estancia del gobernador y recordaban a los circunstantes el motivo de la conferencia. M. De Blanchelande entregó a uno de sus ayudantes una orden escrita de prisa con lápiz, y rompió el lúgubre silencio en que todos escuchaban aquel espantoso rumor:

—Señores, ya se les va a dar armas a los pardos; pero aún nos quedan muchas disposiciones por tomar.

—Es preciso convocar la asamblea provincial—dijo el diputado de la misma, que tenía la palabra en el momento que yo entré.

—¡La asamblea provincial!—repuso su antago-