Página:Bug Jargal (1920).pdf/76

Esta página ha sido corregida
72
 

plaza de armas con el capitán de los Dragones amarillos, que nos sirvió de guía. No me detendré, señores, en describir el cuadro que ofrecía la campiña incendiada. Bastantes hay que han pintado estos primeros desastres del Cabo, y mi ánimo necesita pasar de ligero por tales recuerdos, que encierran en sí fuego y sangre. Me contentaré así con decir que los negros insurgentes eran ya dueños del Dondon, de la Madriguera Roja, de la aldea de Onanaminte y hasta de los desgraciados plantíos del Limbé, lo que me llenó de zozobra, a causa de su proximidad al distrito del Acul.

Corrí precipitado al palacio del gobernador, M. de Blanchelande, donde todo se hallaba en la mayor confusión, incluso la cabeza del dueño, y le pedí órdenes, suplicándole encarecidamente que proveyera a la seguridad del Acul, que se tenía ya por amenazado. Estaban con él M. De Rouvray, mariscal de campo, y uno de los más ricos hacendados de la isla; M. De Touzard, teniente coronel del regimiento del Cabo; algunos miembros de ambas asambleas, general y provincial, y muchas personas de viso en la colonia, y en el momento de mi entrada, esta especie de consejo estaba en deliberación con extraordinario desorden.

—Señor gobernador—decía un miembro de la asamblea provincial—, demasiado cierto es eso. Son los esclavos y no la gente de color libre. Ya hace largo tiempo que lo teníamos anunciado y predicho.

—Ustedes lo decían, pero sin creer en ello—res-