Página:Bug Jargal (1920).pdf/56

Esta página ha sido corregida
52
 

fender a mi María...? En el momento que semejantes ideas iban apaciguando mi cólera, María las disipó enteramente diciéndome con aquella voz tan dulce a mis oídos:

—¡Leopoldo mío! ¡Cuánta gratitud debemos a ese buen negro! Sin él estaba perdida, y hubieras llegado tú demasiado tarde.

Estas pocas palabras tuvieron un efecto decisivo. No alteraron mi intento de buscar al negro que había salvado a María; pero cambiaron, sí, el objeto de mis pesquisas: antes fuera para imponer castigo; ahora, para dar una recompensa.

Mi tío supo de mí que debía a uno de sus esclavos la vida de su hija, y me prometió su libertad si lograba reconocerle entre el tropel de tantos desgraciados.

X

Hasta aquel instante, la índole de mi carácter me había alejado de los lugares donde estaban los negros al trabajo, porque me era demasiado penoso ver padecer a mis semejantes sin poder aliviarlos; pero cuando, a la mañana siguiente, me propuso mi tío acompañarle en su visita de ronda, lo acepté con ansia, en la esperanza de encontrar entre los trabajadores al libertador de mi adorada María.

En este paseo alcancé a conocer cuán poderosa es la mirada del señor sobre su esclavo; pero, al mismo tiempo, ¡cuán caro se compra todo este po-