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ha de creerse que ese enanillo brujo, Ahí verás, o como se llame, quiso ahogarse por ahogar a su enemigo?

—Y, sobre todo, en agua, ¿no es cierto, capitán Pascual?—respondió Enrique de broma—. A mí lo que me dió más golpe fué reparar en cómo el perro cojo alzaba la cabeza a cada vez que se repetía el nombre de Bug-Jargal.

—En eso—dijo Pascual—, hacía todo al revés de las viejas de Celadas cuando el padre predicador mentaba a Jesucristo. Yo entré en la iglesia con una docena de coraceros...

El ruido del centinela al presentar las armas avisó el regreso de D’Auverney. Todos callaron, y él continuó por algún rato paseando la estancia con los brazos cruzados y en silencio. Tadeo, acurrucado como antes en un rincón, le miraba a hurtadillas, y mientras tanto, hacía como si acariciase a Rask, a fin de que el capitán no reparase en su sobresalto.

D’Auverney prosiguió al cabo en su relación.

LVIII

Rask iba siguiéndonos. Ni aun la más elevada cumbre del valle lucía ya bañada por los rayos del sol, cuando una fugaz vislumbre de luz apareció en su cima y pasó luego cual súbito relámpago. El negro se estremeció y me apretó con violencia la mano.