Página:Bug Jargal (1920).pdf/25

Esta página ha sido corregida
21
 

pedirle al comandante algo en que entretener el tiempo, ínterin llegaba la hora de la carga o del asalto.

Sus camaradas excusaban su porte seco, reservado y taciturno, porque en toda ocasión le encontraban bueno, valiente y bondadoso. Había salvado la vida de muchos, con peligro de la suya propia, y era sabido que, si rara vez abría la boca, su bolsa, al menos, nunca estaba cerrada. Era querido en el ejército, y hasta le perdonaban el hacerse respetar, por decirlo así.

Sin embargo, era aún joven: treinta años aparentaba, y en realidad estaba aún lejos de tenerlos. Aun cuando hacía ya algún tiempo que combatía en las filas republicanas, todos ignoraban sus aventuras; y el único ente que, aparte de Rask, podía arrancarle alguna señal de vivo interés, era el sargento veterano Tadeo, que había entrado a la par en el regimiento, que nunca se le separaba del lado y que solía contar de una manera confusa algunas circunstancias de su vida. Sabíase, pues, que D'Auverney había experimentado en América grandes desgracias, y que, casado en Santo Domingo, había perdido a su mujer y su familia entera entre los horrores de la revolución que dió por tierra con aquella magnífica colonia. En aquella época, los infortunios de esta clase se habían hecho tan comunes que se había formado una especie de fondo de compasión general, en que cada uno metía y sacaba su parte; de modo que si el capitán D'Auverney excitaba