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con sus diversos y tan extraños adornos, estaban reunidos delante de la gruta. Entonces, Biassou se levantó.

—Escuchad, amigos; los blancos piensan atacarnos en este punto al amanecer, y como la posición es mala, conviene abandonarla. Pongámonos todos en movimiento al entrar la noche, y nos acogeremos a la frontera española. Tú, Macaya, llevarás la vanguardia con tus negros cimarrones; tú, Padrejan, clavarás las piezas tomadas a la artillería de Praloto, que no pueden llevarse por la montaña. Los valientes de la Croix-des-Bouquets se pondrán en marcha detrás de Macaya. Toussaint irá en seguida con los negros de Leogane y de Trou. Si los griotos y griotas meten ruido, al verdugo del ejército se los encomiendo. El teniente coronel Cloud repartirá los fusiles ingleses recién desembarcados en el cabo Cabrón, y guiará a los mestizos ex libres por los senderos de la Vista. Si quedan prisioneros, que se degüellen; que se masquen las balas; que se envenenen las flechas, y que se arrojen tres toneladas de arsénico en el manantial que da abasto de agua para el campamento; los coloniales pensarán que es azúcar y se la beberán sin recelo. Los batallones del Limbé, del Dondon y del Acul marcharán detrás de Cloud y de Toussaint. Que se embaracen con peñas todas las entradas de la vega; deshaced los caminos e incendiad los bosques. Tú, Rigaud, quédate a mi lado, y tú, Candi, reune a mis guardias. En fin, los negros de Morne-Rouge