Página:Bug Jargal (1920).pdf/195

Esta página ha sido corregida
191
 

lugar te lo explicaré todo: quiéreme como yo te amo, con confianza.

Aquí se detuvo un instante para observar el efecto de sus palabras, y añadió enternecido:

—¿Puedo llamarte mi hermano?

Pero mi cólera y mis celos habían recobrado todo su ímpetu, y estas palabras tan tiernas me parecieron hipócritas y no hicieron sino exasperarme.

—¡Miserable, ingrato!—exclamé—. ¿Te atreves a recordarme aquellos tiempos?

Me interrumpió, diciendo con los ojos arrasados en lágrimas:

—¡No soy yo el ingrato!

—¡Pues bien—le repliqué arrebatado—, habla!, ¿qué has hecho con María?

—En otro lugar, en otro lugar—me contestó—; aquí hay otros oídos que escucharían nuestras palabras, y, además, no me creerías sin darte pruebas, y el tiempo urge. El día va despuntando, y tengo que sacarte de aquí. Escucha, todo ha concluído, y pues que recelas de mí, bien harías en acabarme con el puñal; mas aguarda un poco antes de ejecutar lo que llamas tu venganza, porque primero tengo que ponerte en libertad. Vamos a ver a Biassou.

Semejante conducta y tales discursos encubrían algún misterio que no alcanzaba a comprender. A pesar de todas mis preocupaciones contra aquel hombre, conocía que a su voz me vibraban las fibras del corazón y que me dominaba algún inex-