Página:Bug Jargal (1920).pdf/191

Esta página ha sido corregida
187
 

ras esta canción; dime, hermano, ¿has olvidado tus promesas?

La ira me volvió la palabra.

—¡Monstruo!—exclamé—. ¡Te hallé, al fin, verdugo, asesino de mi tío, raptor de María!, ¿te atreves a llamarme hermano? ¡Mira, no te me acerques!

Y, olvidando que estaba atado sin facultad para hacer casi el menor movimiento, bajé como involuntariamente la vista hacia la cintura para buscar mi espada. Tan visible intención le lastimó, y, con acento conmovido, pero de blandura, me replicó:

—No, no me acercaré; eres desgraciado, y me compadezco de ti, aunque tú no me tienes lástima a mí, ¡que soy aún más desgraciado!

Encogíme de hombros, y, conociendo él aquella muda queja, prosiguió con aspecto melancólico:

—¡Sí, tú has perdido mucho; pero yo he perdido más que tú!

En esto, el ruido de su voz despertó a los seis negros que me vigilaban, quienes, al ver una persona extraña, se levantaron con presura, corriendo a las armas; mas luego que hubieron fijado sus miradas en Pierrot, lanzaron un grito de júbilo y sorpresa y cayeron postrados en tierra, golpeando el polvo con sus frentes.

Pero ni el homenaje que los negros tributaban a Pierrot, ni las caricias que Rask repartía entre su amo y yo, mirándome con desasosiego, como sorprendido de mi frío recibimiento, nada me ha-