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no, que nos trata muy bien y que nos manifiesta recompensas[1], seguiremos a su servicio con celo y lealtad.

“Vemos que, con arreglo a la ley de 28 de septiembre—de 1791—, la Asamblea nacional y el Rey os conceden facultad para decretar definitivamente acerca del estado de las personas no libres y de la condición política de los hombres libres de color. Nosotros defenderemos los decretos de la Asamblea nacional y los vuestros, si están revestidos de los requisitos legales, hasta derramar la última gota de nuestra sangre. Sería conveniente que declararíais por un decreto, sancionado por el señor general, que formáis intento de ocuparos en la suerte de los esclavos. En sabiendo, por conducto de sus jefes, a quienes daríais noticia de estos trabajos, que son el objeto de vuestras tareas, quedarían satisfechos, y en breve tiempo se recuperaría el equilibrio roto.

“No contéis, sin embargo, señores representantes, en que consintamos en armarnos por el beneplácito de asambleas revolucionarias. Nosotros somos súbditos de tres reyes. El Rey del Congo, señor natural de todos los negros; el Rey de Francia, que representa a nuestros padres, y el Rey de España, que representa a nuestras madres. Estos tres reyes son los descendientes de los tres reyes magos que, guiados por una estrella, vinieron a adorar el Dios-hombre. Si sirviéramos a las


  1. Esta frase carece a propósito de sentido para dar una idea de falta semejante en el original francés.—N. del T.