XXIX
Concluída la ceremonia, el obí se volvió hacia Biassou con una respetuosa reverencia, y entonces, levantándose aquel caudillo, dijo en francés, encarándose conmigo:
—Nos acusan de no tener religión; pero ya ves tú que eso es una calumnia y que somos buenos católicos.
No sé si hablaba irónicamente o de buena fe; mas, al cabo de un momento, hizo que le trajesen un vaso de vidrio lleno de maíz negro, y puso encima unos cuantos granos de maíz blanco, y en seguida, alzando el vaso por encima de su cabeza para que mejor alcanzase a verlo todo el ejército, exclamó:
—Hermanos, vosotros sois el maíz negro, y vuestros enemigos los blancos son el maíz blanco.
En esto meneó el vaso, y cuando casi todos los granos blancos hubieron desaparecido escondidos entre los negros, prorrumpió en decir con aire de inspiración y triunfo:
—Guette blan si la la[1].
Otra aclamación, que retumbó en los ecos de la montaña, acogió la parábola del caudillo, y Biassou prosiguió, mezclando con frecuencia en su mal francés frases o españolas o criollas:
—El tiempo de la mansedumbre ha pasado. Por
- ↑ Mirad lo que son los blancos para con vosotros—N. del A.