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temerse, eran frecuentes sus rondas y disposiciones, que produjeron el favorable efecto de no esperimentarse perjuicio, robo, ni otro esceso de alguna consideracion; habiéndose debido à su solicitud que, por medio de un Religioso de nuestro Convento, se le restituyese à una pobre muger, cierta cantidad de dinero y otros bienes que le habian robado, intimidado el ladron de la eficàcia con que advertia se practicaban las diligencias para su descubrimiento.

Entre estas y otras acciones, en que diò à conocer la armonia con que estàn conciliadas en su pecho las severidades de la justicia y las dulzuras de la misericordia, fué señalada la que ejercitó con dos Religiosos de nuestro órden y que, obligado de las leyes de la gratitud, aunque con ofensa advertida de su recato, no debo omitir. Uno fué el P. Fr. Bernardo Lorenzana que, saliendo apresuradamente á buscar, al àtrio de nuestro Convento, la libertad de la vida, tuvo la infelicidad de que cayese la Portería, à tiempo que salia por ella; y aunque no recibió golpe, que le privase inmediatamente de la vida, cayéronle muchos sólidos fragmentos de una de las torres que estaba vecina, sobre un pié, que lo dejaron preso é impedido á defenderse por sí mismo. Clamaba, pidiendo auxilio, el afligido Religioso y nadie se resolvia á dárselo, juzgando que, lo insuperable de la diicultad en la remocion de unos fragmentos, que en su solidez y tamaños parecian peñas, sobre los riesgos que se consideraban en los que quedaron en pié, amenazando estrago, haría inútiles cualesquiera diligencias ordenadas á su estraccion. Pero el Sr. D. Basilio, esforzado del valor que le infundia su zelo, inspirándolo en otros, que solicitó para que le ayudasen à tan caritativa empresa, la tomó por sí mismo aquella noche del 29 de julio; y aunque no se logró entonces, porque los repetidos temblores desarmaron muchas veces el piadoso empeño con que lo pretendió, tuvo efecto á la mañana siguiente en que, con grande trabajo y no poco riesgo, estrajo à di-