Página:Breve Descripción de la Noble Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala.pdf/29

Esta página ha sido corregida
—21—

materiales las calles y sembrados desordenadamente de fúnebres despojos todos los sitios, no aparecieron ni sus lineamientos. Todo era un confuso monton de ruinas, que declaraban con evidencia haber sido el brazo del Omnipotente el que empuñó la espada y descargó el golpe; porque ninguno inferior a él podia hacer en tan arrebatados plazos tan gran destrozo. Conocióse esto mejor, en el que se vió en nuestra Iglesia, una de las mas soberbias y magníficas de esta Capital, y à ninguna, en la solidez y fortaleza de su construccion, inferior: resolvióse toda en partes, porque quedó batida hasta los fundamentos; y como era tan grande màquina, cayendo unos fragmentos sobre otros, no se divisada otra cosa, que un gigante promontorio de ruinas, un elevado torreon de mezclas y piedras. Fué éste, entre todos, el mas funesto teatro que se presentó a los ojos, y el objeto del mas vivo dolor y mayores làstimas. Nadie le miraba sin ternura: pocos al verle reprimian las lágrimas; y á todos se oía hablar de él, con asombro, admirando que tan brevemente hubiese quedado reducida à polvo una fábrica que, por su grande artificio y sólida estructura, se juzgaba escenta de la jurisdiccion de los infortunios y sus ultrajes.

Mas no fué incentivo al mayor dolor, ver postrada por los suelos tan bella suntuosa fábrica, y perdido en los aliños que la hermoseaban, alhajas y preciosidades que en ella servian al culto, un opulento tesoro; sino la consideracion de estar despedazadas de los fragmentos y sepultadas entre el polvo tantas devotas Imàgenes que depositaba: entre ellas, la peregrina y famosa de la Emperatriz del Cielo, MARIA, Señora, con la advocacion y título del Rosario (venerada separadamente en su Capilla, abreviado alcázar de la gloria) que, juntando á la nobleza de su materia (es de plata), todos los aciertos del arte en su escultura, y conciliando los respetos de la soberanía, en un semblante magestuoso, con las dulzuras de la clemencia, en un aspecto halagüeño, era justamen-