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tiendo que, casos estremadamente lastimosos, no necesitan para su narracion, de escritores elocuentes; y que cuanto la noticia es mas trajica y dolorosa, tanto debe ser la pluma ò lengua que la refiere mas rústica; porque, sobre no tener necesidad de mendigar tropos y figuras al arte de la elocuencia, para despertar los afectos de la compasion y la ternura, à él solo se atribuirá la conmocion de éstos afectos, y así quedará alistado en el número de los singulares. Esta, en juicio mio, es la razon porque, habiendo tantos sabios discípulos de Minerva, en esta nobilisima República de Guatemala, que con brillante erudicion la ennoblecen y con amenísima elocuencia la ilustran, se hizo eleccion de mi insuficiencia, para dar pública noticia del estraño, fatal suceso, que le acaeció el 29 de julio del año pasado de 1773; porque siendo peregrinamente lastimoso y bastante por sí solo á introducir dolor en los mármoles y sacar lágrimas de las peñas, se juzgaron superfluos los períodos de la retórica para referirlo, y se temiò hacer sospechoso el caso, al que lo viese con bellos coloridos figurado. A mi pluma, pues, no à otra, pertenece publicar esta trajedia: yo debo ser el escritor de este suceso. Quédense los Tulios, Quintilianos y Demòstenes, para referir aquellos en que, para aprisionar las atenciones y robar los afectos del corazon, tienen que suplir la erudicion y elegancia de las espresiones, á la verdad; que para dar noticia del de Guatemala, y con ella conmover los corazones mas endurecidos, á lástima, importa que las voces sean incultas y desaliñado el estilo. Mas, aunque á este fin sean superfluas las composiciones y artificios del entusiasmo, es indispensablemente necesario hacer una breve descripcion de la noble Ciudad de Guatemala, en tiempo que esperimentó su lamentable ruina, porque no es grande el dolor del bien perdido, si el bien que se llora perdido no es grande.

Era Guatemala una de las mas famosas ciudades que dominaba en esta América Septentrional nuestro Español, Católico Monarca, el Sr. D. Càrlos III, el Sábio,