Fel. No es mucho el que corre.
Paul. Y que extienda una la vista. Está bien. Vá- yase usted. (Vase Felipe, Paulina se sienta en una mecedora, abanicándose y meciéndose.)
ESCENA III
PAULINA, ARCADIO.— Aparece este último por el fondo, con som- brero de paja, cesto y caña de pescar; marcha por el camino que pasa por delante de la puerta del fondo, y al hallarse frente á esa puerta se detiene y enciende un fósforo para aplicarlo al cigarrillo; el viento le apaga el fósforo y repito la acción cuatro ó cinco- veces.
Arc. (Tirando y encendiendo fósforos.) Y van ocho... Y van nueve... Pues señor... (sube los peldaños del vestíbulo y entra en él como huyendo del aire; sigue encendiendo y apagándosele fósforos.) Y van diez... Once... Nada, que no hay manera.
Paul. (volviendo la cabeza.) ¿Quién?... ¿Qué es eso?
Arc. No... que estoy encendiendo el pitillo... Us- ted perdone. A los pies de usted. (Sigue encen- diendo y tirando fósforos.) Vamos, que sopla un airecito guasón. (A Paulina, que continúa mirán- dole.) Usted me permite que pase algo más adentro (Por un gesto de ella.) Eso no se niega, señora... Muchas gracias. Es usted muy ama- ble. (Entra en la sala y se arrima á un rincón, donde prosigue el mismo juego.)
Paul. (Riendo.) ¡Me gusta!... Muy buenos días.
Arc. Ya he saludado, señora; he dicho á los pies de usted. (Trasládase á otro ángulo.) Vamos, im- posible. ¡Si en esta casa todos son huecos!... Dos ventanas, una puerta, otras dos puer- tas... y todo de par en par. ¿Quién salva aquí un fósforo? Si mandara usted cerrar... Yo ce- rraré, (cierra una de las ventanas.)
Paul. Eso es; no sea usted corto.
Arc. Media hora llevo con el cigarrillo en los la- bios. Ya ve usted qué castigo. Yo no vivo si no fumo. Es mi única debilidad. ¡Adiós!
Paul. Usted lo pase bien.
Arc. No, si no me voy todavía. Decía, ¡adiós!...